1. El síndrome del oso panda (2)


    Data: 22/09/2019, Categorie: Sesso di Gruppo Autore: Vero_y_Dany, Fonte: xHamster

    ... hotel, y un taxi nos dejó en el embarcadero del ferry. La vista de Manhattan desde lo alto de “Liberty” es espectacular, y disfruté como un “guiri” en vacaciones. Lo único m*****o era la brisa fría del Atlántico, pero no me importó.
    
    Después estuvimos mucho rato paseando por Battery Park, deteniéndonos ante los espectáculos, aparentemente improvisados, de mimos e ilusionistas, a los que ella se empeñó en dar unos dólares.
    
    Y cuando me di cuenta, íbamos tomados de la mano.
    
    El Soho. Tenía que comprar un recuerdo para su marido, y acabó decidiéndose por una pipa de brezo horrible, en cuya cazoleta estaban representadas las caras de los presidentes del monte Rushmore. Completó sus compras con una sudadera pretendidamente original de la policía de Nueva York.
    
    Yo adquirí para Vero un brazalete de “auténtica” artesanía de los nativos americanos, que a lo mejor lo era (lo de auténtica) Lo digo por el precio; luego estuvimos viendo un conjunto de animadora, con su faldita corta y todo, que no iba a comprar, pero que hizo reír a Caitlyn hasta que se le saltaron las lágrimas. La dependienta, pensando lo que no era, le animó a probarse el conjunto, y ella, con una rápida mirada entre avergonzada y divertida, accedió.
    
    Cuando me llamó desde el probador y la vi, se me cayeron los palos del sombrajo, como se suele decir. Por primera vez pude contemplar sus muslos y sus piernas desnudas, el abultamiento de sus senos sin sujetador, cuyos pezones abultaban la prenda; pude ...
    ... advertir la estrechez de su cintura, que daba paso a unas caderas de infarto. Le hice dar la vuelta en redondo, con lo que tuve un atisbo de sus braguitas blancas de encaje, y admiré sus nalgas, altas y firmes, resaltadas por la mínima faldita aquella.
    
    —¿Crees que le estará bien a tu esposa? —preguntó, mirándose al espejo.
    
    —Bueno, es más o menos de tu misma talla, aunque ella tiene las… quiero decir que por delante… —titubeé.
    
    —Quieres decir que tiene más pecho que yo —me atajó, pero no parecía m*****a.
    
    —No, menos —le aclaré.
    
    Total, que no compré el conjunto, sino que en una tienda cercana adquirí esas Reebok que Vero no encontraba por ninguna parte.
    
    Comimos en un restaurante en Chinatown (ella se empeñó) y me di cuenta de que la comida china de aquí no tiene nada que ver con la de allí.
    
    El papelito de su galleta de la suerte decía,
    
    “La felicidad es como un ave de paso: la ves, y unos instantes después ya se ha ido”.
    
    El de la mía estaba escrita en ideogramas chinos. Una camarera me lo tradujo:
    
    “La juventud pasa en un minuto; aprovecha cada segundo”.
    
    Fuimos hasta el hotel caminando. En un momento dado se colgó de mi brazo, y aproveché la sensación cada instante, como decía mi galleta de la suerte. Me sentí como si de nuevo tuviera veinte años, todo por descubrir, y mi vida fuera aún como un lienzo en blanco, sobre el que apenas había comenzado a hacer un esbozo.
    
    Caitlyn fue charlando hasta por los codos la mayor parte del tiempo. Pero según íbamos ...
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