1. El síndrome del oso panda (2)


    Data: 22/09/2019, Categorie: Sesso di Gruppo Autore: Vero_y_Dany, Fonte: xHamster

    ... pocos momentos ya estoy conversando con todo el mundo. El idioma no era problema: allí se hablaba únicamente inglés, y en algo se debía notar mi curso académico en Cambridge.
    
    De manera que cuando el primer día se hizo la pausa para el almuerzo o algo así (lo digo porque nada que ver lo que nos sirvieron con lo que en España consideramos una comida) ya estaba charlando por los codos con mis compañeros de mesa.
    
    Se trataba de tres hombres y una dama: John, neoyorkino, Albert, canadiense, Andrew, de Nueva Jersey, y Caitlyn, irlandesa. No la había visto por allí hasta que tomó asiento en la mesa a mi lado, y se presentó a sí misma tendiéndome su mano. Me quedé sin habla unos segundos. Pelirroja, pero no de las de cutis color leche, sino ligeramente tostado. Ojos de un verde esmeralda, pómulos altos con algunas pecas minúsculas, nariz recta, y labios ligeramente rellenos, en cuyas comisuras se formaban dos hoyuelos al sonreír, cosa que hacía constantemente.
    
    Medía más o menos 1,70 m. aunque el ropón de jersey gris de cuello alto que vestía no me permitió hacerme una idea clara acerca de su figura; pero sí de sus pechos llenos, muy altos, que abultaban claramente la prenda. Falda negra ajustada y medias del mismo color, que en este caso sí permitían distinguir unas piernas largas y muy bien formadas.
    
    (Perdón por el inciso, pero es relevante. O sea, que la impresión de verla, y su olor a perfume caro y a hembra, y el roce ocasional de su hombro con mi brazo, me dejaron en ...
    ... estado catatónico)
    
    Terminó la comida, y el grupo se separó. En el salón donde se impartían las clases, la vi sentada dos filas más atrás de la mía y como cinco asientos más lejos, a mi izquierda. Y lo que es aún mejor: cuando posé la vista en ella me estaba mirando, seguro, porque nuestros ojos se encontraron, y me hizo un saludo con la mano. Sentí un calor inmenso, y os aseguro que no era a causa de la calefacción.
    
    Pero para mi desilusión, cuando acabaron las clases la busqué con la mirada, y no pude dar con ella.
    
    Me quedaban unas horas hasta la cena, por lo que decidí dar un paseo. Me acerqué a un stand en el lobby del hotel donde tenían folletos de visitas turísticas, clubes, restaurantes y esas cosas, y estaba hojeando con desgana un par de ellos, cuando vi venir hacia mí a Albert, el canadiense, que al parecer estaba en mi misma situación de aburrimiento.
    
    Total, que decidimos salir juntos. Nos limitamos a dar un paseo por la Quinta Avenida y sus aledaños, mirando escaparates, a la gente, —que en Nueva York es un espectáculo en sí misma—, y contándonos nuestras vidas.
    
    A la hora de la cena, para mi desilusión (sí, ya la buscaba a estas alturas) Caitlyn no apareció por ninguna parte, y para mi desesperación, su puesto fue ocupado por una alemana tipo walkiria, con el cabello de un rubio pajizo, que hablaba un inglés chirriante, y que no paró de hacerme ojitos todo el rato, y de posar una mano gordezuela y cargada de anillos en mi antebrazo, con motivo o sin ...
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