1. El síndrome del oso panda (2)


    Data: 22/09/2019, Categorie: Sesso di Gruppo Autore: Vero_y_Dany, Fonte: xHamster

    ... él. Terminada la cena, me excusé con lo de mi “llamada de control” a Vero, (que además no era tal excusa, sino que era el mejor momento para hablar con ella, dada la diferencia horaria)
    
    Al día siguiente, martes, retrasé a propósito mi entrada en clase, por ver si me hacía el encontradizo con Caitlyn. La vi —tarde— entrar formando parte de un grupo que había salido del ascensor, y aunque me apresuré, cuando llegué hasta ella estaban ocupados los dos asientos contiguos al suyo, por lo que me limité a saludarla. Me dirigió una de sus sonrisas con hoyuelos, y eso fue todo.
    
    A la hora de la comida, sin embargo, estaba en la misma mesa del día anterior, junto con John. Saludé y ocupé el asiento de su derecha. Momentos más tarde, se nos unieron Albert y Andrew.
    
    Acabada la comida no quise correr ningún albur, así que me pegué a ella, y nos sentamos juntos. Bueno para mi líbido, aunque no tanto para mi rendimiento, porque estuve más o menos distraído todo el tiempo, envuelto en el halo de su perfume, que se acentuaba cuando se inclinaba hacia mi oído (muy frecuentemente por cierto) para hacer algún comentario, o preguntarme el significado de algún concepto que se le había escapado.
    
    Una vez terminadas las clases, le dije con todo el morro que Albert y yo solíamos salir a dar un paseo, y la invité a acompañarnos. Me dijo que sí, que no tenía cosa mejor que hacer, y entonces comencé a maquinar cómo desprenderme del canadiense, con el que había quedado citado durante el ...
    ... almuerzo.
    
    En principio, la cosa pareció funcionar: no estaba en el lobby, y una llamada a su habitación no fue contestada, de manera que le dije a Caitlyn que, “con gran pesar” (mentira cochina) debíamos salir solos. Pero el inefable Albert, con su barba entrecana, estaba esperándonos en la acera, frente al hotel.
    
    A la vuelta, Caitlyn se excusó por no acompañarnos a cenar. Dijo que no estaba acostumbrada a hacer comidas copiosas, y que solía pedir un sándwich en su habitación.
    
    Estuve jugando al ratón y al gato con mi walkiria hasta que se acomodó, pero no tuvo ningún inconveniente en abandonar la mesa en la que estaba, dejando en ella a un par de compatriotas, y sentarse a mi lado. Me jodió. Porque aunque esa vez ya no contaba con Caitlyn, había sido demasiado evidente su switching de mesa, lo que podía dar lugar a algún levantamiento de cejas. Total para nada, porque no tenía ningún deseo de contemplar en su totalidad sus dos toneladas de ubres temblorosas como un flan, que le rebosaban por el amplio escote. Aguanté como pude, me excusé de nuevo haciendo como que no había oído su ofrecimiento de “tomar una copa en algún sitio”, y me fui a mi habitación.
    
    Para redondear la velada, Vero no respondió al teléfono ninguna de las veces que la llamé, y fueron tres, a intervalos de media hora.
    
    Miércoles. Me encontré con Caitlyn cuando iba camino del ascensor (su habitación estaba en el mismo piso que la mía) Desayunamos solos en una mesita para dos, y estaba en la gloria ...
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