1. El síndrome del oso panda (2)


    Data: 22/09/2019, Categorie: Sesso di Gruppo Autore: Vero_y_Dany, Fonte: xHamster

    ... comprar una embarcación a vela, y que incluso había obtenido el título P. E. R., pero que por una u otra razón había ido aplazándolo. Le hablé de mi sueño de navegar por aquel mar que ella no había contemplado, y que casi no podría concebir, acompañado de una mujer, de apartarme de la costa lo suficiente como para echar el ancla, quitarnos ambos toda la ropa, y nadar en las cálidas aguas, y después hacer el amor interminablemente… Y juro que estaba pensando en Vero en aquel momento.
    
    Salí de golpe de mi ensueño. Claramente, me había pasado tres pueblos con lo de bañarnos desnudos y hacer el amor. Pero cuando la miré, sus ojos brillaban como gemas, tenía las mejillas encendidas, la boca entreabierta, y respiraba entrecortadamente.
    
    ¡Vamos!, que como me llamo Dany, el rostro de Caitlyn era la misma imagen de la excitación.
    
    Pero vuelvo a jurar, y no lo hago en falso, que en ese momento aún no había concebido la idea de llevármela a la cama.
    
    La cena en el hotel, con el comedor prácticamente vacío, contándonos nuestra juventud, el paso por la universidad… Le hablé de como conocí a Vero, del “flechazo” instantáneo, y de nuestra decisión de vivir juntos dos meses después. La boda, el éxito moderado en lo profesional, nuestros amigos, nuestra casa…
    
    Ella me relató que conoció a Ian en un pub, al que había ido con unas amigas. Que cuando salía, se tropezó con un hombre rubio con aspecto desgarbado que se excusó por importunarla, pero dijo que tenía que verla otra vez, y le ...
    ... pidió su número de teléfono. Y que ella se lo dio sin saber muy bien por qué, aunque luego se arrepintió. Pero que cuando la llamó finalmente, accedió a salir con él.
    
    Lo suyo no había sido flechazo, y su noviazgo duró tres años. Poco a poco —dijo— había ido descubriendo qué había bajo la superficie de aquel hombre, y ya no le importaron sus largas piernas que parecía no controlar del todo, ni su aspecto de profesor despistado, y había descubierto un cerebro prodigioso, y un carácter dulce y cariñoso.
    
    Nos habíamos quedado solos en el comedor. Le propuse que mad**gáramos para hacer el viaje en trasbordador hasta la estatua de la libertad, y quedamos citados a las ocho de la mañana para desayunar.
    
    Y nos despedimos a la puerta de su habitación, no sin un breve chispazo de deseo de entrar con ella, que pasó muy rápido.
    
    Me encontraba muy bien, como una nube, y hasta Vero lo notó en mi tono cuando hice mi “llamada de control” nocturna. Mentí como un bellaco. Le dije que como los días anteriores, había ido a comer y a pasear con los mismos dos compañeros, de los que ya le había hablado. Las mujeres deben tener un instinto especial para esas cosas, de manera que estuvo preguntándome como era Caitlyn. Salí de esa con evasivas del tipo “una chica irlandesa pelirroja, ya sabes”.
    
    Y aquella noche soñé con una mujer, cuyo rostro no puedo precisar, que se bañaba desnuda conmigo en las cálidas aguas del Mediterráneo.
    
    En la mañana del sábado, hicimos un desayuno rápido en el ...
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