El síndrome del oso panda (1)
Data: 13/03/2020,
Categorie:
Sesso di Gruppo
Autore: Vero_y_Dany, Fonte: xHamster
... suelo. Me limité a tomar la copa que me ofrecía, y bebí un pequeño sorbo.
—¿Cómo sabías que me gusta el champagne? —pregunté.
—Mmmm, instinto. Con solo un vistazo a una mujer puedo detectar cuál es su bebida preferida. Y la tuya tiene que ser aquella que casa con el color de tu tez ligeramente tostada. Con pequeñas burbujas que imitan la efervescencia de tu sonrisa. Y la copa estrecha, para permitir la visión de tus labios cuando la besan.
—¿Y si te hubiera dicho que prefiero un gin-tonic?
—No te habría creído —dijo, tras probar el líquido y componer un gesto de ligero desagrado.
—A ti no te gusta… —afirmé.
—Este no. Pero tengo dos botellas de Möet & Chandon Imperial en mi refrigerador. Vivo muy cerca de aquí, y me encantaría continuar esta conversación en un lugar más tranquilo. Y contemplar tus ojos y tus labios mientras disfrutas de una bebida hecha para ti.
Me invadía una sensación de irrealidad mientras caminaba a su lado por la calle. Definitivamente no podía ser yo quien se estaba prestando a acompañar a su casa a un absoluto desconocido. Apenas entendía sus palabras, que me llegaban como a través de una niebla en la que no había nadie más que él y yo. Ni siquiera se me ocurrió pensar en que habíamos salido juntos a la vista de todo el mundo, y que cualquiera podía imaginar lo que no era…
¿O sí lo era? Porque siendo sincera conmigo misma, no estaba nada segura de ser capaz de rechazar una proposición de su parte.
Su casa era espaciosa, y ...
... ocupaba el ático de un edificio de apartamentos. Muebles nórdicos, que no le hacían presentar un aspecto frío, debido a las tapicerías y las alfombras. Cuadros de muy buen gusto. Una biblioteca que ocupaba de suelo a techo toda una pared de lo que me indicó era su despacho, de enormes dimensiones, incluida una escalera desplazable para acceder a las estanterías superiores. No cometió lo que me habría parecido la imperdonable grosería de mostrarme su dormitorio.
Pero aún no lo había visto todo: desde el salón, una escalera de caracol conducía a la planta superior abuhardillada. Una parte importante del techo a dos aguas no era tal, sino una claraboya que disponía de cortinas horizontales que se podían plegar hacia las paredes, que era como estaban en ese momento.
Distribuidos por toda la superficie, luces, pantallas reflectantes, incluidas esas que tienen forma de sombrilla, cámaras en su trípode, además de otros elementos cuya naturaleza y función no conocía, y lienzos de color blanco o verde extendidos desde un ángulo del techo hasta el suelo, sin formar ninguna arruga. Claramente, se trataba del estudio de un fotógrafo.
Me había dejado sola, y para cuando terminé mi escrutinio, le vi aparecer por la escalera con una cubeta de la que sobresalía el cuello de una botella, y dos copas de cristal finísimo en la otra mano.
—¿Te gusta? —preguntó, mientras descorchaba la botella y escanciaba el líquido burbujeante.
—¿Eres fotógrafo? ¿A qué tipo de fotografía te dedicas? ...