El síndrome del oso panda (1)
Data: 13/03/2020,
Categorie:
Sesso di Gruppo
Autore: Vero_y_Dany, Fonte: xHamster
... dureza deslizarse hacia abajo, con un sentimiento que era de gratitud y de decepción simultáneamente, no puedo expresarlo mejor. Me hizo dar la vuelta y quedar tendida boca arriba. Apoyó el pene en la entrada de mi vagina, y fue penetrándome lenta, suavemente.
Comenzó a embestir y retirarse despacio. Me mordí el dorso de la mano para no gritarle que lo hiciera más rápido.
Segundos después, una ola de placer comenzó a crecer en mi interior. Suave, morosamente.
Sentía en mi vagina empapada, que oprimía su miembro, el placer infinito de su roce, y la ola fue creciendo, incontenible.
Su ritmo se incrementó, y con él, mis sensaciones; estaba muy cerca de la meseta… El orgasmo me invadió, imparable. Como desconectada de mi cerebro, mi boca comenzó a exhalar pequeños gemidos, que iban in crescendo, al mismo ritmo de mis contracciones, cada vez más seguidas, cada vez más intensas…
Y entonces uno de sus dedos invadió mi ano, virgen hasta ese instante.
No sé si sabré expresar lo que sentí a continuación. Fue como una explosión, que me conmocionó por entero. Perdí, no solo la consciencia, sino el control. Me aferré a sus nalgas, y elevé el pubis en su dirección, chillando y sollozando a la vez.
Cuando creía que mi placer estaba en lo más alto, una nueva oleada de convulsiones lo ...
... desmentía, y creía que era imposible, que no podía continuar…
Pero proseguía. Y se mantuvo así hasta que él derramó su semen caliente en mi interior, resoplando furiosamente, mientras su miembro arremetía contra mí como si quisiera perforarme.
Al fin detuvo sus embestidas. Pero ello no impidió que yo continuara convulsionando durante un poco más.
Poco a poco, las sensaciones dieron paso a un sentimiento de gozo, que me embargaba. Acaricié las arrugas de su rostro y las comisuras de su boca, mientras sonreía, saciada.
Y esta vez no esperé a que él tomara la iniciativa: le sujeté por la nuca y atraje su boca sobre la mía, fundiendo nuestros labios en un beso pasional, que duró mucho tiempo.
Los remordimientos comenzaron cuando un taxi me conducía a la familiar seguridad de mi casa. ¡Pobre Dany! Me había comportado como una golfa, y él no se merecía algo así.
¿Qué iba a hacer? ¿Contárselo, o dejarle en la creencia de que Verónica, su mujercita, jamás se entregaría a otro?
Ni siquiera en la noche de insomnio que siguió pude encontrar la respuesta.
Y lo peor era que, entremezclándose con mi contrición, venían a mi mente imágenes de lo vivido aquella tarde, que me provocaban un anhelo que no quería analizar.
Por fin, después de las cuatro de la mad**gada, el sueño me trajo la paz.