El síndrome del oso panda (1)
Data: 13/03/2020,
Categorie:
Sesso di Gruppo
Autore: Vero_y_Dany, Fonte: xHamster
... ante él. Dejé que la prenda cayera al suelo, y me tendí nuevamente en la chaise longue vuelta ligeramente de costado, con los muslos juntos.
De nuevo fui adoptando distintas posiciones, y cada una de ellas daba lugar a un fogonazo de luz.
Finalmente, en un momento en que me encontraba tendida boca arriba, casi sin pensar en ello, fui separando los muslos, y sin asomo de pudor, le mostré a la cámara… y a él, hasta lo más recóndito de mi feminidad.
Hubo dos fogonazos más, entre medias de los cuales él cambió de posición. La última fotografía la tomó desde muy cerca, con mi sexo en primer plano. Y yo era consciente del hecho de que DEBERÍA sentirme avergonzada, pero no lo estaba.
Dejó la cámara sobre una mesita, pero no apagó las luces. Se acercó a mí, y muy despacio, soltó las lazadas que sujetaban la máscara. Estuvo contemplando mi rostro mucho tiempo, sin tocarme. Finalmente, puso sus manos en mis mejillas, y me atrajo hacia él. El beso fue a la vez suave y pasional. De nuevo, me sorprendí a mí misma correspondiendo a la caricia con la boca entreabierta.
Se puso en pie, y se fue desprendiendo de la ropa, hasta quedar completamente desnudo. No era excesivamente musculoso, pero como había adivinado en cuanto le vi, no había un gramo de grasa sobrante. Y su pene… ¡Dioses! Largo, circuncidado, con el glande rojo oscuro sobresaliendo. Me inundó una ola de deseo virulento, algo que hacía años que no experimentaba.
Se arrodilló entre mis piernas, y mi cuerpo, ...
... expectante, se preparó para lo que SABÍA que iba a seguir: Puso las manos en mis ingles, separando ligeramente mis labios mayores, y enterró la cara entre mis piernas. Y por primera vez en mi vida, entendí en su plenitud el sentido de la frase vulgar “comer el coño”.
Bastaron tres o cuatro lametazos de su cálida lengua para que el orgasmo, imparable, me arrollara. Gemí, supliqué, y me contorsioné sin vergüenza alguna, embargada por sensaciones que no recordaba cuándo había sentido por última vez.
Elevó la cabeza y me miró desde abajo. Y de nuevo mostró aquellos jodidos pliegues que me desarmaban, que por alguna razón inexplicable me hacían sentir un deseo que no podía contener.
Sus labios se cerraron sobre mi clítoris, y la punta de su lengua le rodeó en círculos, mientras succionaba suavemente. Noté que mi pubis, como desconectado de mi cerebro, se elevaba en su dirección. Ligeros estremecimientos se expandieron por mi vientre, iniciados en el punto en el que su lengua lamía y lamía en suaves toques la parte más sensible de mi cuerpo. Y para mi sorpresa, volví a correrme en su boca. Me doblé por la cintura sin intención alguna de hacerlo, y me aferré a sus cabellos negros con las dos manos, mientras chillaba de puro placer, totalmente fuera de mí.
Cuando recobré el uso de mis sentidos, Germán se había incorporado, y me miraba con una semisonrisa que, de nuevo, había hecho aparecer las arrugas en las comisuras de su boca.
Me tomó por las nalgas con ambas manos, ...