1. El síndrome del oso panda (2)


    Data: 22/09/2019, Categorie: Sesso di Gruppo Autore: Vero_y_Dany, Fonte: xHamster

    ... cafetería del hotel; y lo hicimos en todas las posiciones que yo conocía, más alguna que me enseñó ella.
    
    Pero llegó el lunes, se reanudaron las clases, y todo volvió a su rutina habitual: clases, comida acompañados de los otros tres, más clases, paseo y visitas turísticas con Albert, durante las que tratábamos de no delatar con nuestra actitud hacia el otro lo que había entre nosotros.
    
    Y esa noche y las que le siguieron, acabada la cena, tras despedirnos formalmente en la puerta de su habitación, y entrar cada uno en la suya, esperábamos un rato para asegurarnos de que no había nadie conocido en el pasillo, y entonces uno de nosotros (normalmente yo) corría a la otra habitación, cuya puerta encontraba entreabierta, nos arrancábamos mutuamente la ropa, y hacíamos el amor hasta que uno de nosotros (normalmente también yo) tenía que arrojar figuradamente la toalla.
    
    Y llegó el jueves, último día de clase. Esa noche hicimos el amor con desesperación, casi violentamente, ambos conscientes de que se trataba de nuestro último encuentro.
    
    Pero no fue así.
    
    Teníamos libre la mañana del viernes. Todos los norteamericanos habían viajado de vuelta a sus localidades de origen, y también algunos de los europeos, que se habían perdido el cocktail de despedida de la tarde anterior; entre ellos, y para mi alivio, Carles.
    
    Desayunamos juntos por última vez muy temprano, y nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones a preparar el equipaje. No teníamos que dejarlas hasta las ...
    ... once de la mañana, y me asaltó una idea, que puse en práctica sin pensarlo; y efectivamente, encontré la puerta de su habitación entreabierta, y a Caitlyn, con los ojos empañados, esperándome.
    
    Nos desnudamos rápidamente. Enterré la cabeza entre sus piernas, y posé mi boca hambrienta en su sexo, que sabía a excitación. Su orgasmo fue casi instantáneo, y si hubiera tenido forma de medirlo, colijo que habría comprobado que fue de los más intensos de nuestra breve relación. Me tendí sobre ella, y la penetré de inmediato. Nuestros cuerpos se acoplaron, moviéndose al unísono como si lo hubieran hecho toda la vida. Y la litografía sobre su cama fue el único testigo de nuestro clímax, y de nuestro apagado grito al unísono cuando ambos alcanzamos la meseta de nuestro placer simultáneo.
    
    Comimos juntos en un restaurante cercano al hotel, pero algo había cambiado ya: había más silencios, con los ojos prendidos en los otros ojos, que conversaciones. Su rostro aparecía velado por una sombra, y sus sonrisas eran tristes.
    
    Más tarde, compartimos un taxi hasta el aeropuerto. Cuando el vehículo se detuvo ante la terminal, nos besamos apasionadamente sin importarnos que el barbudo taxista con turbante fuera testigo a través del retrovisor, con la conciencia de que, ahora sí, se trataba de nuestro último contacto.
    
    Ella se encontró ante el mostrador del checking a dos compañeros británicos, que me presentó. Y con su presencia, nuestra despedida consistió en un cortés apretón de manos, ...